top of page

La amistad, el primer acto de libertad

Foto del escritor: elenalaguardaelenalaguarda

Las familias suelen consultarme por la preocupación, muchas veces genuina, por algún tipo de amistad que tienen sus hijos o hijas. “No me gusta, porque no le pone límites”, “hace cosas que no están bien con tal de no perder su amistad”, “ya le dije que no quiero que se junte con ella, que busque otras amigas”, “¿crees que tenga que pedir cambio de salón para que ya no estén juntos?”

Cómo nos duele cuando nuestro hijo o hija sale lastimada, nos preocupa que no sea capaz de establecer límites que le protejan. Damos consejos, regañamos…, y con ello, perdemos la gran oportunidad de acompañarle a que se fortalezca y madure con el reto que implica ese vínculo en especial. Quisiéramos extirpar el “mal” alejándole, cuando quizá deberíamos contemplar el acompañarle para que sea ella o él quien logre preguntarse qué hace ahí y establezca límites que le servirán para el futuro.

No se elige una amistad al azar. Aunque no se esté consciente del porqué, la infancia elige justo a aquella persona que le significa algo importante. Tal vez le admira porque es una persona extrovertida, cuando su talón de Aquiles es la timidez; tal vez porque comparten dolores en común: la soledad, ansiedad, pérdidas, esperanzas; tal vez porque le siente como su igual y se convierte en su cómplice de travesuras; o porque una parte de su ser quisiera ser como él o ella.

La amistad es un espejo para la infancia; en él, refleja sus habilidades, miedos, fortalezas y a veces lo hace de manera frontal: “te huele la boca”, “que gordo estás”, “habla más fuerte que no te escucho”, “que grosero eres”, “me gusta mucho cómo dibujas”, “eres muy inteligente”. Con cada risa, comentario, anécdota o secreto compartido, la niñez va descubriendo no sólo a la persona con quien trabó una amistad, sino que visualiza sus propias características, descubre quién es. Se evalúa, qué le gusta o disgusta de su propia persona. Va reconociendo sus limitaciones, pero también sus capacidades.

Por otro lado, es un lugar seguro para experimentar la negociación y el establecimiento de límites: “no te juntes con ella o ya no eres mi amiga”, “vamos a ser amigos, pero cuando estén ellos, voy a fingir que no lo somos porque no les caes bien”… Y esto no será de la noche a la mañana, a veces le costará meses lograrlo. No tengamos prisa, acompañemos en el camino; no brindemos consejos, mejor realicemos preguntas que le lleven a reflexionar: “¿te parece justo lo que te pide?”, “¿cómo te sientes con ello?”, “¿qué te gustaría hacer?” Tal vez nos sorprenda cómo logró colocarse en un lugar seguro, o tengamos que acompañarle a soltar esa amistad y pasar por el duelo que significó esa pérdida. En cualquiera de los casos, habrá sido un logro personal, y con ello habrá contribuido a la experiencia del autocuidado e inteligencia emocional.

Por más disruptiva que sea una amistad, prohibir no es la opción, pues decidir con quién se relaciona, comparte y establece intimidad es el primer acto de libertad que ejerce la infancia. Es imposible gobernar en los afectos de otra persona y no debemos obviar que tu hijo o hija le quiere, que le interesa y que tal vez está tratando de resolver un asunto importante con esa relación.



Mejores amistades
Mejores amistades



Comments


Título de blog
bottom of page