“La mayoría de las personas son malas”, “todos quieren hacerte daño”, fue la reflexión de un grupo de sexto de primaria durante los talleres de sexualidad. Y es que nuestro país está atravesando por una crisis social de violencia e inseguridad. Vivimos con el temor constante de ser agredidos o víctimas de un evento que pueda afectar nuestra integridad emocional o física; incluso de llegar a perder la vida. Ese estado de alerta y estrés altera la percepción de nuestro entorno, de nuestras relaciones y de nosotros mismos. Influye en todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo el de la sexualidad.
Los niños y adolescentes van construyendo esta percepción a través de sus adultos cercanos, pero también de los medios de comunicación, las redes sociales, los youtubers, videojuegos y series que cada vez tienen un mayor grado de violencia. Que incluso le generan la idea de que la violencia puede ser divertida, que lastimar a otro te hace “cool”, poderoso y popular. Todos los días aprendemos lo que significa ser hombre o ser mujer y cómo se espera que nos relacionemos entre nosotros. Pero este aprendizaje permanece permeado de violencia y lleno de estereotipos de género que pueden provocar relaciones abusivas.
Como padres, madres o adultos cerca de niños y adolescentes, sabemos que tenemos que enseñarles a cuidarse tanto emocional como físicamente, pero no siempre sabemos cómo hacerlo. Quisiéramos darles herramientas que los ayudaran a cuidarse de cualquier tipo de abuso, pero a veces al intentarlo, sólo conseguimos que se sientan mucho más inseguros y vulnerables en un mundo que, de por sí, ya es violento y peligroso. Por otro lado, poco nos cuestionamos si la educación que le estoy dando a mi hijo podrá generar que tenga relaciones en donde él sea el que lastime o dañe a otros, que sea un bully.
Necesitamos hacer un alto para la reflexión, apoyar a que la educación sexual integral se dé en todas las escuelas y educar en casa para desarrollar la empatía, la tolerancia, la solidaridad y la capacidad de negociar; también a ser críticos, analizar y cuestionar la violencia con la que están jugando en videojuegos o son testigos en series y películas. Ser solidarios para transmitirles que tienen que cuidar de sí, pero también de quien los acompaña. Que como comunidad a todos nos corresponde generar espacios libres de violencia, en donde se cuide la dignidad de todos.
¿Qué puede ayudar a lograrlo?
· Brindarles estrategia y habilidades de protección en vez de crear paranoia, enviar el mensaje de que siempre podrán encontrar a un adulto confiable que los ayude en situaciones de riesgo.
· Llevarlos a imaginar escenarios que les permitan realizar rutas de acción. Eso se puede lograr reflexionando juntos: ¿qué pasaría si necesitas ayuda y estás solo con tus amigos en el centro comercial?, ¿qué harías?, ¿cómo lo solucionarías?, ¿qué pasaría sí a una amiga la comienzan a molestar en la fiesta?, entre muchas más posibilidades.
· Darles reglas claras para salir en grupo y mantenerse a salvo, como el que siempre se mantengan juntos, que no cambien el lugar de encuentro sin avisar, que puedan contactar a su red de adultos confiables si lo necesitan, ver por su seguridad y la de los demás.
· Cuidar y cuestionar lo que viven y ven a través de internet o la televisión, respetando las clasificaciones.
· Permitir que expresen libremente sus sentimientos, sean niños o niñas, se trate de enojo, alegría o tristeza o deseos de llorar. Promover que resuelvan sus conflictos sin recurrir a la agresión, es decir, dialogando.
Tanto quienes damos educación sexual integral como los adultos cercanos debemos contemplar el entorno en el que vivimos. La educación no es mágica, se necesita un trabajo intenso y en equipo para generar un blindaje común contra la violencia. Debemos hacer todo lo posible para tener niños y jóvenes con una infancia y desarrollo más sano, con una vida más plena y satisfactoria, capaces de construir relaciones equitativas. Necesitamos una mejor realidad, un futuro esperanzador para todos.
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