Es muy frecuente cuando impartimos una conferencia sobre sexualidad infantil, dirigida a padres con hijos en primaria baja (primero, segundo y tercero), que nos planteen estas preguntas: ¿Cómo le explico a mi hijo cómo se forma un bebé? ¿Hasta dónde le explico? ¿Qué palabras utilizo? ¿A qué edad debe saberlo? ¿Va a perder la inocencia? Los hijos crecen y de manera natural se cuestionan sobre su origen, sobre cómo llegaron al mundo por la simple razón de que están tratando de conocer su propia historia y de conformar su identidad.
“Mami, ¿mi papi y tú hicieron el amor para tenerme? ¡Casi me desmayo!”, me comentaba una mamá en la última conferencia. ¿Pregunta cómoda? ¡Claro que no! No estamos listos para responder ésta y muchas preguntas más. Lo primero que tienes que tomar en cuenta es que tu hijo tiene una visión diferente a la tuya sobre lo que es la sexualidad, dicho en otras palabras, trae un chip distinto al tuyo. Regrésale amablemente la pregunta: “¿Tú qué crees, qué piensas?” y escúchalo con atención. Lo anterior te permitirá saber hasta dónde quiere y necesita saber.
Los siguiente puntos te pueden dar una guía de qué información le corresponde a su desarrollo psicosexual:
A los siete años empiezan a comprender que se necesitan dos células, una del padre y otra de la madre, para que se forme un bebé. Lo más seguro es que crea que necesitan estar casados para que esto suceda. Rara vez un niño de esta edad se cuestiona sobre la relación sexual.
Alrededor de los ocho años se cuestionan más sobre cómo se unen esas dos células y se crean varias ideas, como éstas: “Yo sé que los papás se tienen que querer mucho para que hagan eso”. “Tienen que conocerse muy bien”. “Juntan sus cuerpos”. “Sin ropa”. “Se meten desnudos a la cama”. “Juntan sus partes privadas”. “El hombre le da una semillita a la mujer y así se forma el bebé”.
Alrededor de los nueve-diez años la idea es todavía más clara: “Yo escuché que los papás tienen que hacer el amor”. “Es lo mismo que hacer el sexo”. “Tienen que estar muy enamorados para aguantar la pena de verse desnudos”. “El hombre mete su pene a la vagina de la mujer y así le pasa los espermatozoides”.
Esta es la edad adecuada para que conozcan sobre la relación sexual ya que lo van a comprender como un evento meramente biológico, es decir, como lo que “tenemos” que hacer los adultos para poder tener un hijo. Lo entenderán, con su pensamiento concreto, como un procedimiento mecánico y reproductivo, es más, es posible que concluya: “Entonces mis papás hicieron el amor dos veces porque tienen dos hijos”.
Si esta información la recibe hasta la pubertad, lo comprenderá de una forma distinta, lo entenderá más como un evento erótico-sexual, donde el deseo está presente.
No te asustes si su reacción es de asco o rechazo: “¡Qué asco que mi papá y tú hayan hecho eso!”. “¿No hay otra forma para tener hijos?”. “Yo nunca voy a hacerlo”. Es algo que ven tan lejano y tan íntimo que es normal que piensen así. ¿Qué puedes hacer? Tranquilízalo y valida sus sentimientos: “Tienes razón, para ti puede ser algo asqueroso porque eres un niño y esto es algo de la vida de los adultos”. “Es algo tan maravilloso que nos permitió tenerte”. “Ahorita no tienes que decidir si quieres o no tener un hijo, cuando seas adulto podrás decidirlo”. Posteriormente, habla sobre tus valores familiares y personales y enmarca el evento dentro del acuerdo mutuo, el compromiso y el amor. ¿Que a veces no hay ni compromiso ni amor? Cierto, pero no está en edad de comprender ni escuchar todas las variantes.
Háblale del significado que ha tenido su llegada a tu vida, es lo que más necesita escuchar, es lo que más le importa.
Tienen una gran curiosidad sobre el desarrollo del bebé dentro del útero y numerosas preguntas. Apóyate con algún libro adecuado a su edad para responder sus inquietudes.
Saber sobre la relación sexual NO adelanta, no quita la inocencia, ni trauma al niño. Su mente está protegida por su imaginación y, finalmente, si no está listo para recibir la información, la olvidará fácilmente. ¿Qué sí adelanta, trauma y daña al niño? Que observe imágenes que no son adecuadas, que observe pornografía.
De nuestra actitud depende la naturalidad con la que nuestros hijos tomen la información. Finalmente, ¡todos los mamíferos nos formamos igual!
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